“Sin el arte, la crudeza de la realidad haría que el mundo fuese insoportable"
George Bernard Shaw
¿Qué sería de nuestras vidas y del mundo sin expresiones artísticas? Muy probablemente querido lector sería un lugar sombrío, vacío y plano. Un espacio carente de pasión y color. Un sitio ausente de emociones y trascendencia. Y es que las expresiones artísticas son sin lugar a dudas una de las formas más singulares y creativas que tiene el ser humano de mostrarse y definirse. De hecho son tan vastas este tipo de manifestaciones que en ellas puede confluir tanto la belleza, la estética y el virtuosismo, como el dolor, el sufrimiento y hasta el caos.
Tal vez no resulte creíble y hasta parezca exagerado, pero el béisbol, el llamado Rey de los Deportes, el pasatiempo norteamericano que siempre es motivo y origen de mis reflexiones y comentarios es, ha sido y seguramente seguirá siendo en los años venideros fuente de inspiración para la creación artística y en específico la vinculada con las artes plásticas. Lo anterior deriva del hecho de que a lo largo de años y décadas: dibujos, fotografías, grabados, pinturas y esculturas han provocado y producido la práctica de este deporte. En lo personal, me parece que no podía ser de otra forma, pues el juego de pelota es una actividad con tal magnetismo que invita e inspira a otros a crear, a plasmar, a convertir, a rendir homenaje, culto e incluso a transformar emociones y hechos generados en el diamante y en las gradas en otra clase de expresiones más allá del plano meramente deportivo y a las que comúnmente solemos decirles: obras de arte.
Si me preguntan ¿cómo habrá empezado todo? La respuesta muy seguramente está en las tarjetas de jugadores de béisbol y en las pequeñas viñetas informativas que se utilizaron a principios del siglo pasado para distinguir a los jugadores o relatar en los periódicos las incidencias de los juegos que primigeniamente se cubrían. Muestra innegable de ello son las tarjetas de los ya desaparecidos Honus Wagner de los Piratas de Pittsburgh y Mickey Mantle de los Yankees de Nueva York cuyo valor en subastas en nuestra actual década lograron alcanzar respectivamente los 6 y 12 millones de dólares. Por cierto, algo tan fuera de contexto como el plátano con cinta adhesiva color plata que fue vendido indignamente hace algunos días en una millonaria y obscena cantidad de dólares.
A esos primeros ejercicios se ligaron los testimonios gráficos inicialmente como resultado del trabajo periodístico, pero después como parte de análisis y estudios que tuvieron a bien mostrar la trascendencia e importancia sociológica del juego de pelota en los Estados Unidos. Por lo que finalmente y con el auge del béisbol a las tarjetas de los jugadores, la tareas periodísticas y fotográficas le siguieron los trabajos escultóricos, estos sí ya con una connotación eminentemente artística con objeto honrar y engrandecer la memoria de jugadores y directivos que dejaron huella en el juego y cuyas obras se pueden apreciar en la mayoría de los estadios de béisbol de la MLB, en sus salas de trofeos y por supuesto en el recinto de los inmortales: El Salón de la Fama del Béisbol con sede en Cooperstown, Nueva York. Así pues poco a poco y casi de manera natural e imperceptible comenzó el vínculo que une y nutre al béisbol y el arte plástico.
Pese a la buena memoria que me caracteriza no he logrado ser capaz de recordar la primera vez en mi vida que asistí a un museo, pero seguro estoy que fue bajo la tutela y compañía de mis padres. Tampoco puedo recordar lo que en aquella ocasión mis ojos y mi mente apreciaron, pero seguro estoy que algo positivo dejó en mí aquella primera vez. Ya siendo un adolescente recuerdo con absoluto agradecimiento y precisión la lección de cultura que me diera mi padre una tarde de verano en el Museo del Prado, donde a su lado admiré las obras de Velázquez, Goya y El Greco escuchando atento sus explicaciones. A esa edad, en la que de todo uno adolece haber tenido ese acercamiento a la cultura y el arte fue sin lugar a dudas el mejor regalo que yo pude recibir y el punto de partida para que en lo personal y con mis limitaciones durante las siguientes décadas haya podido disfrutar el arte plástico y tratado de fomentar, transmitir en familia y con los míos ese aprendizaje y gozo.
Muy seguramente por eso es que el arte no es tan ajeno a mi, es más, por experiencia propia sé y entiendo que el arte plástico no está peleado o contraindicado con las actividades deportivas. Definitivamente no hay esas barreras o límites; somos nosotros los que las ponernos gracias a estereotipos malentendidos que pretenden convencernos de que son actividades que no comulgan entre sí, cuando en realidad claramente conviven y se nutren por los hechos y circunstancias ya expuestos.
Si yo les dijera que grandes maestros de la pintura en México como Diego Rivera en el siglo pasado y el oaxaqueño Franscisco Toledo hasta poco antes de su fallecimiento ya en el siglo XXI dedicaron su talento y creatividad al béisbol, seguramente me dirían que estoy desvariando, más sin embargo, me asiste la razón. Lo mismo que en el caso de otro importante grupo de artistas contemporáneos como Raymond Pettibon, Giorgio Gosti, Walid Sahraoui, Verrici Arte, Scott Dawson, el fotógrafo Rusell Young y el ilustrador japonés Hideshi Yokoyama que han dado rienda suelta a su creatividad inspirados o hechizados por la magia y atributos del juego de pelota.
Pero hoy me concentraré en los pintores mexicanos ya referidos y en un tercero cuyas magníficas obras en torno al béisbol son por decir, lo menos, imperdibles y trascendentes. El gran pintor y muralista Diego Rivera proyectó diversas escenas relativas al béisbol en los bocetos del mural: “ La universidad, la familia y el deporte en México“ que lamentablemente quedó inconcluso en los taludes del Estadio Olímpico Universitario al sur de la Ciudad de México por la muerte del pintor y máxima figura del arte plástico mexicano en 1957. Este descubrimiento personal lo pude constatar en la exposición: “Detrás de los andamios.” 100 años de muralismo en México del Museo de Arte Moderno de mayo de 2022, que presentó esos ejercicios a lápiz del genio oriundo de Guanajuato donde el béisbol estaba presente y que ya no pudieron formar parte del mural por la razón ya expresada.
Por su parte el genial Francisco Toledo que no necesita presentación y que destacó en el mundo del arte como impresor, dibujante, ceramista, pintor y escultor, así como también por su fértil y productiva labor de promotor cultural e intenso activista social en pro de la conservación del patrimonio artístico y cuidado del medio ambiente también fue un enamorado del juego de pelota y realizó importantes trabajos pictóricos al óleo con relación al Rey de los Deportes, además de los murales y la reja adornada con bates que golpean el aire y que custodia las inmediaciones del Parque Alfredo Harp Helú al oriente de la ciudad de México y que es sede y casa de los actuales campeones Diablos Rojos del México de la LMB. Quehaceres artísticos han quedado para la posteridad como parte del patrimonio cultural y deportivo de la ciudad hasta hoy más grande y poblada de México.
Y finalmente el pintor y también célebre ilustrador y caricaturista Abel Quezada. Nacido en Monterrey y cuyo ingenio quedó plasmado por largos años en el periódico Excélsior donde sus cartones describían con ironía y destreza la realidad nacional e incluían la participación de algunos de sus más célebres personajes como: Gastón Billetes, el perro Solovino y el Charro Matías. Fue un artista plástico completo, versátil y además un apasionado del béisbol. Célebres y todavía de colección y culto son sus portadas para el prestigioso semanario The New Yorker, muchas de ellas incluso representando acciones o situaciones del juego de béisbol. La brillante carrera de Quezada incluye haber dirigido un canal de televisión del estado de mexicano y haber formado parte del selecto grupo de artistas nacionales que promovieron a nivel mundial con su trabajo y talento los Juegos Olímpicos de México 1968. Pocos muy pocos recuerdan con estos antecedentes su labor como pintor de caballete y hasta muralista, pero para quienes el béisbol es cercano y hasta una pasión sus pinturas al óleo de Babe Ruth, Fernando Valenzuela y otros beisbolistas son simplemente gloriosas. Sin embargo, de todas ellas la más trascendente y mejor lograda es la que el propio regiomontano bautizó para la posteridad con el poético título de “El filder del destino".
La apreciación artística es como batear o fildear en un campo de juego, debe ejercitarse y practicar una y otra vez para poder ser disfrutada a plenitud. Pero tiene una ventaja respecto del béisbol, nunca es tarde para intentarlo, para vivir una experiencia así en una sala de exhibiciones o en un museo. Cuando lo hagan, no olviden: “tocar con los ojos y mirar con las manos“ tal y como solía decir mi abuelo materno a sus curiosos, entusiastas y a veces latosos nietos.
Con especiales saludos para mi hija Sofía, que ha hecho del arte su labor y quehacer profesional y quien recientemente ha migrado para hacer frente a un nuevo reto académico en su vida. ¡Éxito Chops! Me queda muy claro que una vez más habrás de sacarla por encima de la barda.
CÍRCULO DE ESPERA
Hace ya un mes que ingresaron al Salón de la Fama del Béisbol Mexicano siete nuevos miembros y pese a la distinción realizada por sus carreras y trayectorias a mi en lo personal me quedó un sabor amargo y cierta decepción por la falta de nominación e inducción -que es prácticamente obligada- de un hombre que aportó al béisbol de México en forma apasionada y decidida a lo largo de su vida y exitosa carrera en el mundo de las finanzas.
Me refiero a la grave omisión por parte del Comité en la selección al no haber incluido como un digno aspirante al Salón de la Fama al empresario Carlos Bremer, fallecido a principios del presente año y que en forma personalísima con su afable y decidida presencia en los diamantes y el apoyo y patrocinio económico a través del Grupo Financiero Value impulsó durante más de tres décadas ininterrumpidamente al Rey de los Deportes. Su decidido apoyo económico en temporadas no tan boyantes y difundidas de nuestro béisbol fue definitivo para cosechar las exitosas campañas que hemos vivido y disfrutado en los años recientes. Muestra de ello es el hecho de que hoy en día y pese a su ausencia física un importante número de equipos que conforman la LMB lucen y seguirán luciendo en sus camisolas el patrocinio y logotipo de Value como consecuencia de su gusto por el béisbol. Esperemos que este grave descuido del Comité de selección al que le faltó mucha visión y también de la propia Liga Mexicana de Béisbol sea corregido y subsanado pronto y que Bremer tenga el lugar que merece en el recinto dedicado a honrar, agradecer y recordar a quienes con su labor, pasión, entusiasmo y dedicación han aportado decididamente en favor de nuestro béisbol.
casallena@live.com.mx