Desde sus inicios, el béisbol se ha caracterizado principalmente por la utilización de bases como parte fundamental para el desarrollo del juego, de ahí que su nombre provenga del inglés baseball, o traducido al español ‘pelota base’.
Como todo en el Rey de los Deportes, las bases no siempre han tenido la misma forma a lo largo de la historia, pues se cree que anteriormente, en vez de ser fabricadas tal y como las conocemos hoy en día, se trataban de almohadas o bolsas de color blanco postradas sobre el terreno de juego.
Lo anterior explicaría la razón por la cual se han utilizado términos como ‘almohadillas’, ‘sacos’, ‘bolsas’, entre otros, para referirnos habitualmente a ellas; mismos que han pasado de generación en generación y actualmente se mantienen en el argot beisbolero.
Hasta hace 10 años, la primera, segunda y tercera base se conformaban por almohadillas de lona blanca colocadas firmemente al campo, con una forma cuadrada de 15 pulgadas por lado, de 3 a 5 pulgadas de grueso y rellenas de un material suave, a excepción del home.
No obstante, ahora las almohadillas parecen más un cuadrado de goma dura que varía su color de acorde a las diferentes campañas que se manejan en las ligas alrededor del mundo y que además están ancladas al campo con una base larga para nulificar la movilidad que estas puedan tener, a menos que se retiren hacia arriba.
De las cuatro bases, el home es el único que se podría decir ha mantenido su forma de fabricarse desde que fue impuesto como un pentágono. Hasta ahora se ha construído con caucho, siendo colocado a nivel de terreno, completamente fijo y con los bordes biselados, pues esto evita lesiones en los jugadores al momento de barrerse.