“Ikigai". 生き甲斐
Con el inicio de la temporada 2025 de las Ligas Mayores, he decidido escribir acerca de la destacada estrella del béisbol en que se ha convertido Shohei Ohtani. Sus logros en el terreno de juego han quedado de manifiesto tanto en sus inicios como jugador profesional en la Liga de Béisbol de Japón (NPB) donde consiguió importantes estadísticas y reconocimientos a nivel lo personal, como el campeonato nacional con su equipo el Hokkaido Nippon-Ham Fighters, Habiendo hecho cierto el pronóstico de los expertos que seleccionaron a esa joven promesa de tan solo 18 años como el jugador número uno del draft en 2012.
Una década después del debut profesional y ya en plenitud de juego, lo volvió a repetir al representar a su país en el Campeonato Mundial de Béisbol de 2023. Un torneo en el que a pulso fue designado el Jugador más Valioso y en el que Japón tras derrotar a México en una cerrada y fatídica semifinal, tuvieron a bien coronarse al vencer a los Estados Unidos en propio suelo norteamericano.
Y por supuesto, durante lo que ha sido su paso por las Grandes Ligas. Su nuevo hogar y reto. Un sitio que para fortuna del béisbol se ha convertido en la caja de resonancia que le ha dado notoriedad y relieve a su brillante carrera deportiva. Una circunstancia que incluso le ha permitido militar ya en ambas ligas: Americana y Nacional representando por cierto, a los dos equipos que tienen como sede la Ciudad de Los Ángeles.
Por ello, no fue una casualidad que la Serie inaugural de la temporada 2025 de las Grandes Ligas y a la par, la presentación del campeón defensor, es decir, de su equipo, los Dodgers de Los Ángeles, tuvieran lugar en Japón. No se necesita ser un genio para entender que con el éxito deportivo y comercial que rodea al jugador nipón, ahora convertido en el beisbolista más seguido y admirado en el mundo, que las Ligas Mayores hayan determinado la globalizada y lucrativa idea de enfocar su atención y presencia en el mercado asiático. Algo que plenamente quedó confirmado con el par de juegos de temporada regular disputados entre Dodgers y Cubs en el Tokio Dome y otros más de exhibición que dichas escuadras de la MLB sostuvieron con equipos de la liga profesional japonesa.
Querido lector, esta vez, como excepción -pues Ohtani es un pelotero de excepción- no hubo una frase célebre o aforismo a manera de prólogo o introducción a mi artículo. Debo aclarar, que ideas y pensamientos de otros no me faltaron, pero que decidí simplemente consignar una expresión y concepto absolutamente japonés con objeto de transmitir con la mayor certeza posible de donde proviene la capacidad y habilidades deportivas del admirable e irrepetible jugador que deseamos seguir disfrutando al máximo de sus capacidades y talento los años venideros. Ikigai, que simple y sencillamente se define como el tener una razón para vivir. Es algo que ciertamente se escribe y expresa con suma facilidad, pero que a muchos nos resulta complicado de entender a plenitud, especialmente cuando se trata de aquello que nos provoca día tras día a levantarnos de la cama. Ikigai, también puede y debe entenderse como el modo y la forma con que se asume el compromiso que representa, vivir la vida.
En Japón, es importante precisar, no se trata de una expresión retórica, inspiracional o idílica sino de una práctica disciplinada, ordenada y metódica donde el estar en contacto con la naturaleza, el hacer diariamente ejercicio, el tener una buena alimentación, el sostener relaciones afectivas duraderas, además procurar una vida interior son algunos de los hábitos y cualidades que permiten a cada individuo encontrar esa razón de vida y en un número importante de ocasiones lograr satisfactorias y longevas existencias. Se trata pues, de una tarea personal en la que siempre será necesario llevar a cabo una profunda búsqueda interior tendiente a concretar la realización de lo que uno espera y desea ser. Luego entonces, Ikigai es para mí la forma más sencilla de expresar el compromiso deportivo, la excelencia y el éxito que rodean la carrera de Shohei Ohtani.
De regreso al béisbol y al mundo globalizado del Siglo XXI en que nos tocó en suerte vivir, muy seguramente los resultados del proyecto que emprende la MLB en Asia serán favorables y exitosos. De hecho, esta decisión comercial ha desplazado a México y otros países latinoamericanos que deseosos de ser anfitriones de juegos de las Ligas Mayores tendrán que esperar por una nueva oportunidad. Así son las cosas en el mundo de los negocios, por lo pronto en nuestro caso, al menos tendremos dos juegos de exhibición entre los Sultanes de Monterrey y los Medias Rojas de Boston para compensar la ausencia de una serie de temporada regular de la MLB en suelo mexicano.
La decisión de las Ligas Mayores no es una apuesta o corazonada, sino de una serie de esfuerzos plenamente pensados y cuyos resultados no tardarán mucho en materializarse en nuevas fuentes de ingreso y promoción para un deporte en expansión, ávido de mayores audiencias y nuevos aficionados. Sin embargo, no debemos olvidar, que gran parte de ese éxito comercial, es y será consecuencia de lo que yo denomino: el factor Ohtani.
Nunca antes un jugador nacido en el continente asiático había generado tal interés y seguimiento. Nunca antes un jugador proveniente de Asia había provocado los niveles de audiencia televisiva que hoy en día genera la presencia de Ohtani en los diamantes. Muestra de ello, fueron los 16 millones de telespectadores que en octubre pasado desde su natal Japón siguieron cada uno de los 5 juegos de la Serie Mundial y los cientos de miles de espectadores que alrededor del mundo adquieren gorras y camisetas de su equipo y su persona.
Los preparativos y esfuerzos realizados por el área comercial de la MLB en torno a la gira inaugural en Japón de la temporada 2025 han sido vastos y significativos; dos en lo personal me llamaron poderosamente la atención. El haber convocado y concretado la participación del connotado y entusiasta artista plástico japonés Takashi Murakami. El maestro tuvo a bien crear una serie de 25 tarjetas conmemorativas de los jugadores de béisbol que participaron en los encuentros y que seguramente con el paso de los años valdrán una fortuna. Además de haber diseñado alegres camisolas, guantes y gorras de Dodgers y Cubs conmemorativas de tan especial ocasión y en las que ha utilizado a la flor del cerezo o sakura, -uno de los símbolos más conocidos de la cultura japonesa a nivel mundial- como el elemento para unir y vincular al béisbol y la MLB con Japón. Definitivamente un acierto conceptual y estético que además de lograr hermanar el juego de pelota con una arraigada tradición japonesa, producirá jugosos ingresos y entrañable memorabilia a los aficionados de al menos dos continentes. El segundo y dirigido a audiencias más jóvenes, gracias a la presencia de Pokémon, el otro videojuego de Nintendo que ahora es una franquicia mundial de medios, pues su personaje estelar Pikachu e incluso la pokébola estuvieron presentes. Sin embargo, insisto, poco o nada de esto sería posible, sin el valor agregado que representa la participación del estelar jugador japonés y de otros jugadores que han empezado a migrar con éxito en los últimos años desde el Imperio del sol naciente.
Les podrá parecer atrevido lo que voy a escribir, pero se trata de un momento histórico el que estamos viviendo alrededor del quehacer y glorias deportivas de Ohtani. Y resulta admirable y asombrosa la similitud y el paralelismo que existe a poco más de cien años de distancia con Babe Ruth y con objeto de lograr un mayor entendimiento, me permitiré abundar en ello.
George Herman Ruth, o simplemente Babe Ruth es y ha sido un referente del béisbol y tal vez, su máximo exponente. Sus inicios prácticamente en la orfandad y la pobreza contrastaron con la vida de lujos y placeres que el béisbol profesional le permitió disfrutar con el paso del tiempo a aquel joven y dominador lanzador zurdo que debutó profesionalmente con los Medias Rojas de Boston. La transformación de Ruth y el comienzo de su leyenda derivó ciertamente de sus capacidades atléticas, pero sobretodo, de haber logrado diferenciarse del resto de los jugadores de su época gracias a su demoledora capacidad de bateo, algo que le dio notoriedad y le permitió en un juego donde hasta ese entonces todo giraba alrededor de lo que sucedía en el montículo convertirse en el deportista mejor pagado del mundo y en la primera gran estrella de los Yankees de Nueva York.
A su talento inicial para lanzar e insuperable capacidad de batear se sumaron otros factores que permitieron concretar el fenómeno deportivo y social que fue. Su carisma y extravagante personalidad, su figura regordeta y amistosa, pero a la par retadora e intimidante, especialmente en la caja de bateo. Su extrovertida forma de ser: fiestera, desenfrenada y hasta sin límites que contrastaba con sus constantes actitudes cordiales, y gestos altruistas y bondadosas que lo hicieron conectar a plenitud con la gente y por ende llevar multitudes de seguidores y curiosos a los estadios con el único ánimo de verlo batear, son tan sólo parte del origen de su leyenda y legado.
A destacar, su importante presencia deportiva en los diamantes que hizo olvidar el engaño que constituyó en 1919 el amaño o arreglo de la Serie Mundial de aquella temporada. Su éxito económico, que le permitió tener por largos años un mejor salario que el de presidente de su país, e incluso el que a pesar de la fama y sus excesos fuese una y otra vez capaz de derrochar su tiempo y presencia con los menos afortunados. Ruth significó una esperanza y un desahogo para aquellos que sufrieron en carne propia los amargos días y años que trajo consigo la gran depresión norteamericana. Factores que se conjugaron para que Ruth pudiera convertirse en el primer ícono deportivo sobre la faz de la tierra y en más de una forma y aspecto en la encarnación misma del llamado sueño americano.
Por su parte el estelar número 17 de los Dodgers de Los Ángeles, a cien años de lo brevemente relatado, cabe decir, ha destacado en un juego cada vez más demandante, atlético y desgastante. En un deporte donde el uso y abuso de la tecnología está haciendo cada vez más predecible y mecánico el también llamado: pasatiempo americano. Un juego que está cambiando y donde la llamada sabermetría y también la inteligencia artificial han tomado relevancia y participación.
En este acotado espacio y margen de maniobra en que se ha convertido el béisbol a nivel profesional, son tres conceptos los que definen las carreras de los peloteros: efectividad, rendimiento y durabilidad. Y los más brillantes, capaces y destacados como en el caso de Ohtani, además de cumplir con lo ya mencionado, tienen forzosamente que someterse a otro reto. El que les depara y representa el mundo virtual. En efecto, los jugadores de hoy tienen que lidiar con el constante ejercicio de pertenecer y ser validados en un espacio intangible y muchas veces distorsionado que abruma, gobierna y la rige la existencia de millones de seres humanos y al que solemos llamar y definir pomposamente como: redes sociales.
Ha sido pues, que bajo esas circunstancias que el pelotero japonés ha destacado al máximo nivel competitivo e incluso logrado brillar al mismo tiempo en actividades que para los parámetros actuales resultan prácticamente incompatibles como lo son: lanzar con efectividad y destreza desde el montículo, ser un consistente bateador de poder y por si fuera poco, también ser un efectivo robador de bases.
Y fuera del campo de juego también ha sabido derrochar inteligencia, prudencia y solidaridad. Su manera discreta de vivir y administrar su fortuna son por demás admirables y un ejemplo para muchos. Su capacidad de sobreponerse al engaño y escándalo de apuestas causado por su traductor y persona de confianza, hoy en día en la cárcel, han demostrado su absoluta concentración en el juego de pelota y también el exceso de confianza que le tuvo para quien lo defraudó y traicionó. Ohtani, en esos tiempos difíciles fue prudente, cuando la ola de críticas llegaron y pusieron en duda su honorabilidad él respondió con su mejor temporada a la ofensiva en la MLB. Logró ganar su primera Serie Mundial y su tercer trofeo de Jugador más Valioso de la temporada desde su llegada a los Estados Unidos.
Hace tan sólo una semanas y tras los graves incendios que arrasaron con la ciudad de Los Ángeles en la que también reside, Ohtani lo hizo de nuevo, al donar una importante suma a su comunidad en apoyo a los trabajos de reconstrucción y a la par apoyó directamente con otra cantidad al cuerpo de bomberos que hizo una labor heroica en aquellas jornadas de terror y devastación vividas en California.
Debo compartir que la carrera y grandeza deportiva de Ohtani toca fibras muy sensibles y cercanas a mí persona, pues es la reiteración de una lección de béisbol largamente discutida con el mejor maestro y conocedor del juego que yo haya tenido y que fue mi padre. Dado que él invariablemente afirmaba que los jugadores más completos y más talentosos de un equipo de béisbol eran sus lanzadores.
Yo con ganas de probar lo contrario, de debatir, de confrontar y hasta de contrastar nuestros puntos de vista en torno al juego de pelota solía decirle que estaba equivocado, pues los lanzadores desde mi parecer y concepción eran jugadores incompletos y especialmente le hacía ver su incapacidad para batear. Mi defensa más socorrida eran los lanzadores de la Liga Nacional que obligatoriamente tenían que ir a la caja de bateo o en su caso, abandonar el encuentro para ser reemplazados por un jugador con mayores aptitudes para batear con el propósito de anotar carreras y ganar los encuentros.
Debo aclarar que -la salvajada- así la hubiera calificado mi padre, todo un purista del juego, de adoptar el uso del bateador designado en la antigua y tradicional Liga Nacional se puso en práctica unos meses después de su fallecimiento, así que él nunca percibió o padeció el cambio a las reglas del juego que desapareció para siempre la presencia de los lanzadores en la caja de bateo.
Sin embargo, cuando la realidad y el reglamento de competencia eran otros, yo siempre le insistía en nuestras conversaciones que la gran mayoría de los lanzadores no eran capaces de producir una carrera, de avanzar un corredor o incluso de tan siquiera hacer contacto con la pelota cuando tomaban un turno al bate y que por ende no podían ser considerados los mejores jugadores de sus equipos.
No vayan a creer que mi padre era muy tolerante, ni menos aún amoroso cuando uno tenía una postura distinta a la suya, así que a veces en forma irónica y otras hasta con cierta rudeza solía tener contundentes respuestas a mi alegatos. Dos de ellas, históricas e inapelables: Babe Ruth y Martín Díhigo. Cuyos nombres eran para mí como topar con pared o en términos muy beisboleros como el haber concedido una base por bolas cuando se está en el terreno de juego tratando de sacar outs, es decir, sin defensa alguna que hacer valer.
Sin embargo, cuando estaba de vena y quería que entendiera a fondo y con precisión el por qué de lo que afirmaba y opinaba con tanta convicción, en forma mucho más argumentativa y razonada me pedía que reflexionara respecto al hecho y circunstancia de que el entrenamiento y adiestramiento de los lanzadores profesionales era más estricto y especializado que el del resto de los jugadores de un equipo. Y que su incapacidad de producir carreras y de batear en forma decorosa derivaba del hecho de que estratégicamente habían sido marginados de esas obligaciones en el terreno de juego. Lo que traía como resultado, que con ese nivel de exigencia deportiva y competencia su capacidad de batear fuera prácticamente nula, dado que los lanzadores estaban dedicados de tiempo completo a fortalecer sus cualidades y aptitudes desde el montículo.
Es por ello que la presencia de Ohtani en el mundo del béisbol, para mi sea tan importante y reveladora. Estamos ante la presencia de un nuevo fuera de serie, de un pelotero de época, cuyo talento y capacidad de juego le pone a la altura y en el mismo sitio de grandes leyendas de este hermoso juego. De esa dimensión y tamaño es el jugador japonés que brilla con luz propia y destaca por encima de los demás en el béisbol profesional más competido y globalizado que alguna vez haya existido sobre el planeta.
Un pitcher abridor que gana encuentros, domina rivales, batea jonrones, roba bases y produce carreras. El único en toda la historia de la MLB en concretar una temporada con más de 50 robos de bases y más de 50 cuadrangulares. Que esta temporada regresará a la loma de las responsabilidades y de quien se esperan muchas victorias a lo largo de la campaña. Ohtani, con todos sus logros, tiene frente a sí tres retos y compromisos: el refrendar e incluso mejorar su brillante actuación ofensiva de la temporada 2024, retomar su rol como lanzador abridor tras la operación que le fue practicada a su brazo de lanzar en septiembre de 2023 y el llevar a su equipo los Dodgers de Los Ángeles al lograr triunfos consecutivos en el llamado Clásico de Otoño, algo que no sucede en la MLB en un cuarto de siglo, desde que los Yankees lograron ganar en forma consecutiva las Series Mundiales de los años: 1998, 1999 y 2000. Así que puedo concluir, que en el caso de Ohtani, que lo mejor está apenas por venir.
CÍRCULO DE ESPERA.
Llegó el mes de marzo, un mes consagrado a las mujeres. Un mes donde la presencia, visibilidad y activismo de ellas es importante y fundamental. Un mes que no debe quedar simplemente en una conmemoración cívica, sino en la tarea diaria y permanente de generar espacios de igualdad, respeto y participación equitativa en nuestra sociedad para las mujeres.
Por fortuna el béisbol profesional de México tiene un claro proyecto y conciencia de ello. La Liga de Softbol Femenil que incrementó su número de equipos profesionales a 8 con la llegada de Hermosillo y Laguna llega esta semana con la llamada Serie de la Reina a su fin. Han sido un par de meses llenos de actividad y brillantes juegos. Nuevas proezas se han escrito y las mujeres han sido las protagonistas. Serán los equipos femeninos de Diablos Rojos del México y Sultanes de Monterrey los que habrán de definir al equipo campeón de la temporada. Suerte y éxito a ambas novenas llenas de calidad y talento. Y a la LMB enhorabuena por ello, no cabe duda que la segunda temporada de la Liga Femenil de Softbol ha sido la mejor forma de iniciar los festejos del centenario de su fundación.
Para quienes disfrutan y son seguidores de los documentales y series que se presentan y transmiten en streaming les dejó una invitación, si el tiempo y las ocupaciones se los permite para que conozcan de primera mano la historia del equipo de softbol Amazonas de Yaxunah. Un equipo de mujeres, al que en alguna ocasión me había referido en mis colaboraciones y que viven con enorme pasión y gusto el juego de pelota. Ellas, 26 mujeres nacidas en la península de Yucatán partido a partido se presentan al campo de juego descalzas y con la ropa típica que se utiliza en esa calurosa zona del país a disfrutar su juego. Una historia que vale la pena verse pues refleja la determinación y fortaleza de un admirable grupo de mujeres mexicanas y también la pasión con la que viven y disfrutan el juego de pelota.
Ya entrado en gastos me despido con una histórica anécdota. Fue en marzo de 1931 previo al inicio de temporada regular de las Grandes Ligas y en el marco de un juego de exhibición que se dio una de las más grandes hazañas deportivas femeninas en el mundo del béisbol. La joven y talentosa Jackie Mitchell con tan solo 19 años de edad y un enorme talento, pese a su condición de mujer formaba parte del cuerpo de lanzadores del equipo Doble A Chattanooga Lookouts. En una mañana de primavera su equipo enfrentó a los Yankees de Nueva York y ella subió a la loma de las responsabilidades para trabajar una entrada. Ese hecho por sí mismo, pudiera considerarse histórico, pero Mitchell fue mucho más allá de subir y participar en el encuentro. Ella compitió de tú a tú con esos históricos Yankees y tuvo a bien durante su intervención ponchar en forma consecutiva a las dos más grandes leyendas del béisbol: Babe Ruth y Lou Gehrig. Algo que ni los más connotados lanzadores de su época, Jackie Mitchell pudo conseguir y atesorar.
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